Hoy en día llevar una cámara y fotografiar en un funeral, es considerado como falta de respeto o insensibilidad por el momento que se está pasando. Sin embargo, en el pasado, no pensaban igual. Por supuesto, no me refiero a llevar cámaras al servicio funerario, puesto que no existía esa posibilidad; sino al el hecho de fotografiar al fallecido y sus familiares.
En el pasado, tomar fotos a los difuntos era una manera de conmemorar y honrar al muerto. Tampoco se veía como algo morboso el hecho de fotografiar a la muerte.
A pesar que esta práctica se inicio en Francia, se extendió rápidamente a Europa; siendo en Inglaterra, en la época victoriana, donde tuvo su esplendor. Por supuesto su popularidad trascendió el continente y viajo a América Latina. En donde países como México y Argentina, tuvieron sus fotógrafos postmortem importantes.
Poses y popularidad.
La fotografía postmortem no era extraña en aquella época, esta consistía en vestir con sus mejores ropas al muerto, y hacerle una fotografía con la familia, hermanos, amigos o de manera individual. Todos estaban frente a la cámara posando, como si no hubiera ni un muerto presente.
Más importante que los servicios funerarios, para la gente de esa época, eran las fotografías de sus seres queridos para la posteridad. Se colocaban como se estuvieran vivos. Los muertos podrían estar sentados, pero incluso había fotógrafos que los ponían parados, utilizando distintas técnicas para lograr que se vieran naturales.
La fotografía en aquellos tiempos era algo muy caro y pocos se lo podían permitir. La muerte de su ser querido era un pretexto perfecto para poder hacerlo. Con el paso del tiempo, la fotografía se hizo popular, era más barata que tener un retrato pintado. Asimismo, los fotógrafos que hacían este tipo de trabajos, cada vez eran más, por lo que obviamente su precio bajo.
El declive.
En la época victoriana existían distintas enfermedades que ayudaban a aumentar la mortandad, de tal manera que enfermedades como sarampión, difteria, rubéola y escarlatina resultaban mortales, especialmente en los niños. Así que tomar la fotografía era la oportunidad de quedarse con un recuerda de sus hijos. Pero al pasar los años, la asistencia sanitaria provocaba un aumento en la esperanza de vida, también provoco una disminución en la demanda de las fotografías postmortem.
Por otra parte, la tecnología fotográfica también iba avanzando, por lo que era más fácil tener fotografías tomadas en vida. Este hecho resulto el declive principal de esta tradición mortuoria.
Sin embargo, las imágenes de todas las personas que posan junto a sus muertos, sobrellevando el dolor de la muerte, con tal de guardar un recuerdo que durará y sobrepasará la pérdida, queda como una de las costumbres más interesantes de todos los tiempos.
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