En la época moderna también existieron pestes, sobresale la de Inglaterra en el año de 1625, con cerca de 35,000 muertos. Por lo que el manejo de los cadáveres, durante los siglos XVI y XVII se ponía la responsabilidad mayor en la parroquia, de tal suerte que casi todos los espacios para enterrar formaban parte de cementerios de la parroquia, en donde todos los fieles tenían el derecho de ser enterrados en el lugar, siendo la sacristía quien se encargo de controlar el entierro dentro de las parroquia.
El problema con los entierros.
Se empezaron a cobrar honorarios de entierro, también se empezó a organizar la adquisición de espacios disponibles para el entierro. Por su lado, el gobierno tenía la responsabilidad sobre la higiene pública en toda la ciudad. Pero no fue hasta que las parroquias empezaron a batallar, pues ya no tenían capacidad para tantos cuerpos, que el gobierno entro en acción.
La eliminación de los cuerpos muertos estaba repartida de una manera poco equitativa, pues las parroquias, que en aquel momento era aproximadamente 120 a 130, no tenían el mismo tamaño, su población no era la misma, ni el nivel social de la gente que ahí asistía.
Además, la plaga ocurrida en Londres, no afecto a todas las áreas con la misma fuerza. Por ejemplo, durante el siglo XVII el centro de la ciudad resultó ser el menos golpeado por la mortalidad, esto gracias a las áreas de extramuros y suburbanas, y porque tuvieron mas recursos para combatir el problema.
Elevadas tasas de mortalidad.
La enfermedad se convirtió rápido en una epidemia, rápidamente su tasa de mortalidad subió. Las muertes diarias eran muchas, por lo que había parroquias que estaban llenas de muertos en un corto tiempo.
Asimismo, se acostumbró a cerrar las casas que estuvieran confirmadas con la enfermedad, lo que excluía a la familia en participar, organizar y pagar el entierro de su familiar muerto.
Por otra parte, existió un conflicto con las tradiciones fúnebres, en donde familiares y amigos realizaban entierros públicos con la asistencia de los más cercanos, era una manera de conmemorar la vida y dar una despedida honorable. Pero esto estaba en contraposición con las ordenes del consejo de la peste privado, pues querían evitar las aglomeraciones y reuniones de personas, para evitar que la enfermedad se siguiera propagando.
La parroquia hacía su mejor esfuerzo al enfrentarse con estas dos fuerzas que la presionaban. Por un lado la gente queriendo enterrar a sus muertos y por otro las leyes.
Se organizaron reuniones en donde se acordó designar a buscadores de cadáveres, les establecieron un sueldo y alojamiento en el cementerio. Estos no solo iban por los muertos, también cavaban las tumbas. Cuando el terreno de alguna parroquia se llenaba, no permitían que nadie que no fuera de la parroquia fuera enterrado ahí, salvo un pago extra. Mientras que al sepulturero, le subieron el pago para que cavara las tumbas más profundas, según lo establecido por las ordenes de la peste.
Por último, se decidió excavar una fosa común para enterar a los muertos, esta fue llenada en pocos días, una vez llena era cerrada, y se abría otra.
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