La profesión de plañidera viene desde la antigüedad; los judíos, griegos y romanos, utilizaban a mujeres para llorar en los entierros. Sin embargo, se dice que estas mujeres dedicadas al llanto, existían desde los egipcios.
La tradición decía que era necesario que hubiera llantos, gemidos y gran dolor. El objetivo: que esos llantos pudieran limpiar el alma del muerto y de esta manera pasara con facilidad a la otra vida. Por supuesto, las plañideras recibían una paga por su trabajo; estas mujeres por lo general habían quedado solas y por lo tanto les era necesario buscar un sustento.
Las plañideras en la actualidad.
Llorar en los funerales ha sido actividad propia de mujeres. Hoy en día, todavía existen varios países que aun conservan la tradición de contratar plañideras para llorar a sus muertos.
Aun más extraño podría resultarnos, que, todavía al día de hoy, la actividad de plañideras da de comer y sustenta a quien se dedica a ello. Este es el caso de Liu Jun Lin, originaria de Taiwán, quien a sus 30 años tiene ya una vida de plañidera, y es contratada diariamente para llorar en funerales de personas que no conoce.
Liu, dice que llorar en Taiwán es una tradición añeja. Según la tradición, los muertos necesitan de llantos fuertes y dolorosos para poder cruzar de manera suave a la otra vida.
Liu Jun Lu, y su negocio familiar.
Liu, junto con su hermano, quien toca instrumentos tradicionales, trabajan en su negocio familiar. Este fue empezado por su abuela, quien por cierto, fue la que inicio a Liu en esto. La madre de Liu también trabaja con la abuela.
A muy corta edad, Liu, perdió a sus padres y quedo al cuidado de su abuela. Fue entonces que empezó aprender el oficio de plañidera, y desde entonces, desde los once años, llora en los funerales.
Al principio su carrera de plañidera, no fue fácil. La gente de Taiwán no ve con buenos ojos a quien se dedica a esto. Pero al verla desenvolverse y desarrollar su llanto, las personas cambiaban de opinión con respecto a su trabajo, y poco a poco fue aceptada, hasta llegar a ser la plañidera más contratada en su país.
Ha tenido éxitos, ha podido comprarse una casa. Su hermano también ha logrado vivir del negocio familiar. Sin embargo, los cambios en los gustos de los funerales, y la inclinación a que estos sean sencillos, han complicado algo las cosas para Liu.
Pero no se desanima, al contrario, se ha adaptado a estos cambios, dispuesta a no dejar este negocio familiar. Al mismo tiempo que desea enseñar a otros lo que su abuela le enseño a ella.
Quién sabe, si en el futuro siga viva esta tradición tan ancestral, o qué modificación y adaptación sufrirá.
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